may.
02
2013
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Posted 9 years 324 days ago ago by MARIA BUXÓ CASTAÑER
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El callejón sin salida en el que se encuentra actualmente el estado del bienestar es difícil de superar. La progresiva degradación del sistema de protección pública no solo está dejando desprotegidos los sectores sociales más desfavorecidos sino que además, la magnitud y la virulencia de la depresión económica están ensanchando la población en situación de riesgo de exclusión o pobreza hasta límites que hasta hace tres o cuatro años eran insospechados.
Si bien inicialmente la crisis se previó suave y corta, rápidamente se vio que, en el contexto del estado español y en los otros países europeos, sería larga y muy profunda. Algunas de las decisiones políticas que se han tomado, en lugar de mitigar el impacto lo han engrandecido, haciendo empeorar las condiciones de vida de muchas personas y familias.
Actualmente hay dificultades de acceso a una alimentación equilibrada, al acceso a determinadas prestaciones del sistema de salud, un incremento de los distintos formes de violencia, un empeoramiento de la posibilidad de adaptación y rendimiento escolar, problemas de malnutrición en población infantil que pueden agravarse al vivir en viviendas insalubres, con sobreocupación y en algunos casos con riesgo de desahucio. Los trabajadores con trabajo estable empiezan a notar la presión social a su alrededor y se empiezan a detectar situaciones de estrés y alteraciones del sueño asociados al miedo de perder el trabajo.
Todas estas circunstancias están afectando a la salud de la población y contribuyen a incrementar las desigualdades en salud. Es ahora cuando son más necesarias que nunca las intervenciones que permitan reducir los impactos negativos en la salud de la población, especialmente la más vulnerable, trabajando directamente con las causas de las causas.
La Promoción de la Salud trabaja con el marco teórico de los determinantes de la salud, que explica la relación entre desigualdades en salud y las circunstancias sociales y ambientales en que las persones nacen, crecen, viven y mueren y, lo que es más importante, también permite plantear propuestas. Estas circunstancias son el resultado de la distribución del dinero, el poder y los recursos a nivel mundial, nacional y local, que dependen de las políticas que sean adoptadas. Los determinantes explican la mayor parte de las inequidades en salud, es decir, de las diferencias injustas y evitables observadas en y entre los ciudadanos por lo que hace a su situación de salud. Esta perspectiva obliga a dejar de lado las lógicas clásicas de la Promoción de la Salud, centradas mayoritariamente en políticas de sensibilización, información y tratamiento orientadas a los cambios de conducta de las persones con un comportamiento de riesgo o estilos de vida poco saludables, para pasar a una nueva aproximación que permita entender que los estilos de vida - y los comportamientos de salud – de estas personas dependen de unas causas que se mueven en una lógica contextual de “lo social”.
La experiencia adquirida durante los últimos años nos ha dado pistas de como debemos afrontar el reto de pensar diferente para actuar diferente. Sabemos que la fragmentación, la descoordinación, el asistencialismo y los proyectos “apagafuegos” centrados sobre los efectos más que en las causas, no ayudan a una intervención eficiente. También hemos aprendido que las intervenciones no se pueden abordar desde la simplicidad sino que debemos entrar en lógicas de complejidad y debemos aprender a movernos en lógicas difusas. Esto nos genera incertitud, pero sabemos que la gestión de la complejidad requiere pasar de un liderazgo universal a liderazgos compartidos y fortalecer el trabajo en red.
En este contexto el apoyo y reconocimiento de los profesionales es un factor clave. Hace falta facilitarles instrumentos, y dejarles tiempo y espacios para la construcción de un trabajo en red con liderazgos fuertes pero compartidos. Solamente si pasamos de las responsabilidades individuales a las responsabilidades compartidas seremos capaces de generar procesos de implicación real y estos son el mejor antídoto a la apatía y el desencanto.