La información para la promoción de la salud en el siglo XXI
Begoña Merino, Jefa del Área de Promoción de la Salud, Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad
Si en otras épocas, una de nuestras estrategias fundamentales para promocionar la salud era garantizar información sobre salud que cumpliera tres parámetros:“apropiada”, “relevante” y de “calidad”; y facilitar el proceso de educación para la salud individual y colectiva; no porque estemos inmersos en la Sociedad de la Información donde una ingente cantidad de información está disponible, esa estrategia ha dejado de ser importante.
Los acuerdos de la Cumbre de la Sociedad de la Información, celebrada en diciembre del 2003, situaron la educación, el conocimiento, la información y la comunicación como esenciales para el progreso y el bienestar de los seres humanos y definieron los medios de comunicación (mdc), en esta sociedad, como un medio (y no un fin en si mismos) importante para conseguir una sociedad más equitativa, más informada y capacitada, entre otros aspectos en relación a la salud.
Los medios de comunicación son herramientas de la Sociedad de la Información.
Los mdc no sólo son la TV, la radio, y la prensa sino también el cine, las revistas, las agencias de noticias, el marketing, la publicidad, las nuevas tecnologías (videos, correo electrónico, redes sociales e Internet) y también podrían considerarse como tales otros medios de expresión cultural como el teatro y la música.
Los medios de comunicación ya forman parte del medio ambiente psíquico y social en el que desarrolla su vida diaria la mayoría de las personas y pueden ayudar a promocionar la salud o por el contrario a su deterioro.
A pesar de la capacidad de los mdc para actuar como poderosas herramientas para promover la salud; el consumo abusivo de los medios de baja calidad, la falta de conciencia crítica y el impacto de contenidos de riesgo sobre los comportamientos; los ha convertido en un arma de doble filo, que dado su efecto acumulativo, produce confusión y desconcierto en las familias, en las instituciones, en los profesionales y en la ciudadanía. Las poblaciones mas desfavorecidas socioeconómicamente, con mayores dificultades de acceso a información sanitaria de calidad están especialmente desprotegidas al igual que las personas menores, adolescentes y jóvenes.
Aunque existen legislaciones reguladoras de la publicidad de ciertos productos nocivos para la salud, la sofisticación y el alcance de los mdc que utilizan las empresas y compañías interesadas no permite a las autoridades sanitarias neutralizar los efectos negativos de esta publicidad en la salud. Habiendo sido comparada la situación por numerosos expertos como la lucha entre David y Goliat.
Hoy más que nunca, necesitamos un método: integrar, priorizar y matizar las ingentes cantidades de información que se producen y están accesibles a través de las nuevas tecnologías y los mdc.
Por otro lado, no todas las personas tienen acceso a la información digital y este es uno de los elementos que fomenta la inequidad. Según la UNESCO más del 60% de los hogares en el mundo no poseen un ordenador. Y solo el 35% de las personas se consideran cibernautas. Por lo tanto, debemos seguir garantizando información apropiada, relevante y de calidad por otros medios.
Los tres parámetros han tomado una nueva dimensión en el siglo XXI.
Al existir tantísima información, muchísima de ella es incompleta, genérica o se presenta en formatos o características poco apropiadas. ¿Cuándo, como y quien ha de informar sobre una posible consecuencia de una enfermedad? ¿Es Internet el medio para conseguir esta información? ¿Es el profesional sanitario quien debe valorar la adecuación de una información a una determinada persona? ¿Son ambos?
La información puede ser errónea, estar sesgada o dirigida por los intereses del mercado. Para contrarrestar esta influencia se han desarrollado proyectos que proponen criterios de evaluación de la calidad de la información. Y también se han introducido garantías en relación a la información y la salud, en normativas como la Ley General de Salud Publica, que incluye en su Art.4 “El derecho a la información” y un Art. 18 sobre “Comunicación en Salud Publica”.
Respecto a la relevancia, conforme aumenta el conocimiento y la complejidad de los factores que influyen en la salud, la disponibilidad universal de la información “relevante” que sirva a las personas para adoptar los estilos de vida más saludables y tomar control sobre las características de su entorno es uno de los objetivos a conseguir.
En definitiva, en la Sociedad de la Información, los promotores de la salud necesitamos desarrollar nuevas estrategias y habilidades en relación con la información para favorecer la ganancia de salud.